La física de los atomistas clásicos
La visión del mundo que proponía Aristóteles era la de una entidad única, finita y ordenada por su propia 'naturaleza' y no por la acción de un Demiurgo. El orden y finalidad del todo, de los cuerpos físicos y de los organismos, surgían de las tendencias de sus propios elementos componentes y seguían en consecuencia unos principios fuertes y complejos.
El atomismo clásico ofrecería unos principios teóricos físicos más económicos que los anteriores pero de explicaciones poco efectivas para justificar los fenómenos observables.
Establecían que el principio de todas las cosas eran los átomos y el vacío. En el vacío y tiempo infinitos se hallaban infinitas entidades atómicas e inmutables. Diferentes en forma y tamaño y con movimiento innato. Rebotaban, engarzaban y componían estructuras entre sí, formando infinitos mundos que chocaban y se disolvía. Siendo infinitos el tiempo y el espacio ¿Por qué el nuestro no habría de ser uno de esos posibles mundos?
La complejidad de lo observado se explicaba como resultado de tales combinaciones, sin necesidad de recurrir a deidades o principios teleológicos. La apariencia de inteligencia y finalidad es un resultado de la ciega necesidad, pues según Leucipo "todas las cosas suceden por necesidad".
Esos átomos, separados unos de otros por el vacío infinito y diferentes por sus figuras y tamaños, así como su posición y disposición, se desplazan por el vacío, y cuando coinciden unos con otros, chocan. Unos salen rebotados en cualquier dirección y otros se traban entre sí según la congruencia de sus figuras, tamaños posiciones y disposiciones, por lo que permanecen unidos. De este modo, dan lugar al nacimiento de los cuerpos compuestos.
Simplicio, Sobre el cielo.
Siguiendo esta simplicidad teórica era complicado justificar los fenómenos observados en la naturaleza, pues partiendo del desorden había que llegar a un mundo regido por leyes y tendencias. Tal vez por esta razón seguidores del atomismo como Epicuro (341-271 a.C) buscaron dotar a los átomos de una condición de 'peso', una orientación al descenso - en contra de las ideas de Demócrito (341-270 a.C), uno de los desarrolladores del atomismo, quien consideraba que el peso no era una propiedad fundamental de los átomos, sino el resultado de la proporción entre átomos macizos y poros vacíos.
Igualmente, tal vez con el fin de justificar la búsqueda de la libertad humana, Epicuro también dotaría a los átomos individuales de tendencias a liberarse del necesitado movimiento de descenso, a fin de que se encontrasen, chocasen y compusieran cuerpos con voluntad libre como los seres humanos. Como señalaría posteriormente el romano Lucrecio (95-55 a.C) la libertad 'es el resultado de esa ligera desviación de los átomos en una dirección y un momento que no están absoluto predeterminados'.
El desconocimiento de las condiciones iniciales y las leyes del movimiento no permitía explicar efectivamente los fenómenos, sino tan solo ofrecer imágenes. Decían así que el color blanco se debía a átomos lisos y el negro a átomos rugosos. Sin embargo ofrecían explicaciones verosímiles desde el punto de vista mecánico, como que la ligereza no es en realidad más que el empuje producido por un cuerpo más pesado. Aún así la mayoría de sus explicaciones eran más imaginativas que efectivas.
Al pasar a analizar estructuras aún más complejas, sus recursos conceptuales tambíén se complicaban. Decían que no hay diseño en los organismos, sino selección de las combinaciones más estables de átomos y disolución en otras infinitas combinaciones - una suerte de selección natural sin evolución. Las funciones psicológicas se le atribuyen a un alma material y mortal formada por átomos redondos, como los del fuego, de cuyo carácter activo participan. Los átomos del alma se distribuyen por el cuerpo y se juntan por 'atracción'. Estos átomos abandonan continuamente el cuerpo y se restaurarían mediante la respiración.
Decían también que la percepción se produce cuando las emanaciones atómicas procedentes de los cuerpos impactan contra el alma directa o indirectamente, aunque no se explica exactamente cómo, lo cual complica aún más el pensamiento abstracto tras esta teoría.
Sumado a todo esto el hecho de que las ideas defendidas por Epicuro en física o meteorología eran igualmente bastante peregrinas, el atomismo se presentaba como una propuesta endeble, aunque con un gran potencial a nivel teórico.
Por una parte, el secularizar el origen de la materia servía para combatir la superstición religiosa y el miedo a la divinidad. La moral era plenamente autónoma y dependía del criterio de bondad interno al ser humano. Según Epicuro, estamos aquí solos en medio de otros cúmulos de átomos.
Los detractores cristianos del epicureísmo no soportaban esta negación a una autoridad suprema que dictase las conductas y manipulase el mundo, y tal vez por ello el atomismo permaneció eclipsado hasta ser redescubierto en el Renacimiento.
El atomismo también resultaba muy prometedor en el campo de la física, ya que al tomar como principios unos átomos caracterizados por formas, tamaños y movimientos, se prestaba fácilmente al análisis matemático. Aristóteles señalaría, a modo de crítica, que según los atomistas 'las cosas son números o están compuestas de números'. En este sentido, el atomismo clásico sentó las bases de un esquema orientado a remitir toda apariencia a unos principios básicos y sin cualidades, que siglos más tarde sería retomado con la mecanización y matematización de la naturaleza.
Texto basado en:
Carlos Solís y Manuel Sellés, (2018). Las ciencias griegas de la naturaleza. En: Historia de la Ciencia. Barcelona, España: Espasa Libros.
El atomismo clásico ofrecería unos principios teóricos físicos más económicos que los anteriores pero de explicaciones poco efectivas para justificar los fenómenos observables.
Establecían que el principio de todas las cosas eran los átomos y el vacío. En el vacío y tiempo infinitos se hallaban infinitas entidades atómicas e inmutables. Diferentes en forma y tamaño y con movimiento innato. Rebotaban, engarzaban y componían estructuras entre sí, formando infinitos mundos que chocaban y se disolvía. Siendo infinitos el tiempo y el espacio ¿Por qué el nuestro no habría de ser uno de esos posibles mundos?
La complejidad de lo observado se explicaba como resultado de tales combinaciones, sin necesidad de recurrir a deidades o principios teleológicos. La apariencia de inteligencia y finalidad es un resultado de la ciega necesidad, pues según Leucipo "todas las cosas suceden por necesidad".
Esos átomos, separados unos de otros por el vacío infinito y diferentes por sus figuras y tamaños, así como su posición y disposición, se desplazan por el vacío, y cuando coinciden unos con otros, chocan. Unos salen rebotados en cualquier dirección y otros se traban entre sí según la congruencia de sus figuras, tamaños posiciones y disposiciones, por lo que permanecen unidos. De este modo, dan lugar al nacimiento de los cuerpos compuestos.
Simplicio, Sobre el cielo.
Siguiendo esta simplicidad teórica era complicado justificar los fenómenos observados en la naturaleza, pues partiendo del desorden había que llegar a un mundo regido por leyes y tendencias. Tal vez por esta razón seguidores del atomismo como Epicuro (341-271 a.C) buscaron dotar a los átomos de una condición de 'peso', una orientación al descenso - en contra de las ideas de Demócrito (341-270 a.C), uno de los desarrolladores del atomismo, quien consideraba que el peso no era una propiedad fundamental de los átomos, sino el resultado de la proporción entre átomos macizos y poros vacíos.
Igualmente, tal vez con el fin de justificar la búsqueda de la libertad humana, Epicuro también dotaría a los átomos individuales de tendencias a liberarse del necesitado movimiento de descenso, a fin de que se encontrasen, chocasen y compusieran cuerpos con voluntad libre como los seres humanos. Como señalaría posteriormente el romano Lucrecio (95-55 a.C) la libertad 'es el resultado de esa ligera desviación de los átomos en una dirección y un momento que no están absoluto predeterminados'.
El desconocimiento de las condiciones iniciales y las leyes del movimiento no permitía explicar efectivamente los fenómenos, sino tan solo ofrecer imágenes. Decían así que el color blanco se debía a átomos lisos y el negro a átomos rugosos. Sin embargo ofrecían explicaciones verosímiles desde el punto de vista mecánico, como que la ligereza no es en realidad más que el empuje producido por un cuerpo más pesado. Aún así la mayoría de sus explicaciones eran más imaginativas que efectivas.
Al pasar a analizar estructuras aún más complejas, sus recursos conceptuales tambíén se complicaban. Decían que no hay diseño en los organismos, sino selección de las combinaciones más estables de átomos y disolución en otras infinitas combinaciones - una suerte de selección natural sin evolución. Las funciones psicológicas se le atribuyen a un alma material y mortal formada por átomos redondos, como los del fuego, de cuyo carácter activo participan. Los átomos del alma se distribuyen por el cuerpo y se juntan por 'atracción'. Estos átomos abandonan continuamente el cuerpo y se restaurarían mediante la respiración.
Decían también que la percepción se produce cuando las emanaciones atómicas procedentes de los cuerpos impactan contra el alma directa o indirectamente, aunque no se explica exactamente cómo, lo cual complica aún más el pensamiento abstracto tras esta teoría.
Sumado a todo esto el hecho de que las ideas defendidas por Epicuro en física o meteorología eran igualmente bastante peregrinas, el atomismo se presentaba como una propuesta endeble, aunque con un gran potencial a nivel teórico.
Por una parte, el secularizar el origen de la materia servía para combatir la superstición religiosa y el miedo a la divinidad. La moral era plenamente autónoma y dependía del criterio de bondad interno al ser humano. Según Epicuro, estamos aquí solos en medio de otros cúmulos de átomos.
Los detractores cristianos del epicureísmo no soportaban esta negación a una autoridad suprema que dictase las conductas y manipulase el mundo, y tal vez por ello el atomismo permaneció eclipsado hasta ser redescubierto en el Renacimiento.
El atomismo también resultaba muy prometedor en el campo de la física, ya que al tomar como principios unos átomos caracterizados por formas, tamaños y movimientos, se prestaba fácilmente al análisis matemático. Aristóteles señalaría, a modo de crítica, que según los atomistas 'las cosas son números o están compuestas de números'. En este sentido, el atomismo clásico sentó las bases de un esquema orientado a remitir toda apariencia a unos principios básicos y sin cualidades, que siglos más tarde sería retomado con la mecanización y matematización de la naturaleza.
Texto basado en:
Carlos Solís y Manuel Sellés, (2018). Las ciencias griegas de la naturaleza. En: Historia de la Ciencia. Barcelona, España: Espasa Libros.
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