Tipos de temporalidades en la Grecia clásica: chrónos, aidión, aión y kairos

A raíz de una charla de Teresa Oñate (link) me pareció interesante recopilar unas breves nociones sobre los cuatro tipos de temporalidades que se concebían en la Grecia clásica: chrónos, aidión, aión y kairos.

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Chrónos es la temporalidad vista desde la muerte y la carencia. Es el tiempo elíptico, entendido como el titán que devora a sus hijos, que fagotiza y mata para poder avanzar: es el ocupar un lugar para poseerlo.
A esto Gadamer lo llamará impiedad, en un sentido no solo cristiano y sentimental, sino como aquello carente de la pietas jurídica romana - de la legislación de la legitimidad de heredar los pasados. Es la impiedad entendida como incapacidad de heredar.
Es un tiempo cinético, de mediación. Aristóteles dirá que es el número de movimientos según el antes y el después - aunque esto se refiera sólo a los entes físicos. Un número arithmos (como para los pitagóricos) que establece el mundo como arché.
Esta no será para Grecia la máxima temporalidad, ya que es la temporalidad vista desde la muerte: es un padre antropófago y fagotizador, y por ello no es de extrañar que a Urano se le represente como a un tirano.


Por otro lado, hay una temporalidad que esta vista solo desde la vida: Aidión, la eternidad continua y constante.
¿Cómo puede ser la eternidad no una duración sin fin, sino una unidad indivisible y constante en el tiempo, en el espacio? (Es decir, una eternidad constante y continua, no divisible ni extensa.)
¿A qué pertenecerá?
A las acciones intensivas.
Debido a que no todo es extenso, no todo es material: si uno ama a su hijo, su uno tiene un amigo, si uno tiene un éxtasis etc. Todo ello no es material, no es divisible, no es extenso, no se reparte.
Hay dimensiones en la vida que son más cuanto más se hacen, es decir son (acciones) autoincrementativas. Más se hace el bien cuanto más se hace, más se piensa cuanto más se piensa, más y mejor se toca el piano o la cítara cuanto más se toca. Y no como si aquello fuera extenso. La temporalidad del aidión es eterna.


Habría también otra temporalidad completamente amable para los mortales - ya que el aidión es la temporalidad de los dioses o lo divino. Nosotros la experimentamos solo de vez en cuando, ya que no tenemos la experiencia de una continuidad constante. Grecia dirá que no somos dioses sino mortales, animales divinos, y por lo tanto no pertenecemos a la experiencia de la divinidad constante del aidión.
Pero si que pertenecemos al aión: el tiempo que enlaza, que es eterno como el aidión pero muere como chrónos.
Por lo tanto, es el instante eterno que enlaza ambos dos. El instante eterno que participa de la muerte, que dura un instante, pero que es un instante de plenitud y eternidad.
Cuenta Nietzsche en el Zaratustra que mientras el sabio estaba mirando el atardecer se detiene y dice: "¿Quién ha parado el tiempo en este momento? ¿Quién hace que haya aión? ¿Cómo proseguirá el tiempo después?".
Aión es una temporalidad bastante comprensible que enlaza y a ella pertenecemos. Ni pertenecemos solo al chrónos, ni solo al aidión de la eternidad.
[ Heráclito dirá que el instante eterno del aión, del límite, habría de corresponder a Zeus como principio-medida, por tratarse el rayo de un enlace entre la tierra y el cielo: el límite que une y separa lo mortal y lo inmortal. ]


Habría una cuarta temporalidad a la cual también pertenecemos: el kairos.
El kairos tiene mucho que ver con el aión, es el momento oportuno. Ese elemento que tiene que ver con el acertar, con la prudencia, con el golpe de vista, con lo que llamamos fortuna (pero no dependiente del azar).
Ese elemento, de la oportunidad, en que no en todo momento es interesante ni oportuno que se de aión ni aidión. Es una división de juicio que hace que se acierte con aquello de lo que se trata.
En su traducción al castellano lo denominamos como la gracia, de lo que tiene la desenvoltura y el charis de la caridad - antes de que esta se convirtiera en un elemento peyorativo de dádiva de quien al mismo tiempo se siente superior y arrogante mientras da.
La charis, la caridad que acierta en lo que tiene que dar. Debido a que no da cualquier cosa, sino que ve al otro como aquello a lo que en virtud de su alteridad se le da de una manera o de otra.

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[ Por todo lo anterior puede decir la filosofía griega (ya desde su nacimiento) que aquellas civilizaciones mitológicas, que solamente procesan la información en términos de la temporalidad de la muerte, son civilizaciones brutales, elementales, bárbaras y mitológicas: por reducir la riqueza de la complejidad a su parte más prepotente e impositiva, a aquella que más se acerca a lo patriarcal de la muerte, al dios que avanza matando y ocupando. ]


Detalle de una copia del relieve de Kairos de Lisipo del s.IV a.C creado para la palestra de Olimpia.


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