Sobre la obra poética de Safo de Mitilene
Extracto y resumen del libro I de Paideia: los ideales de la cultura griega, de Werner Jaeger en cuanto a la obra de la poetisa Safo de Mitilene.
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La lírica eólica se convirtió en una expresión del sentimiento puro especialmente a través de la obra de Safo. Parece como si el espíritu griego hubiera necesitado de esta poetisa para dar el último paso en el mundo de la intimidad del sentimiento subjetivo. Hecho que los griegos debieron de considerar de gran importancia cuando honraron a Safo, según dice Platón, como la décima musa.
La poesía femenina no es inusitada en Grecia, pero ninguna compañera de arte alcanzó el lugar de Safo - aunque al comparar su obra con la poesía de Alceo, quede su lírica bastante limitada.
Safo se circunscribe al mundo de las mujeres que la rodean, desde el punto de vista de la vida en común de la poetisa con el círculo de sus muchachas. La mujer, como madre, como amante o como esposa (tal como aparece con frecuencia en la poesía griega y es ensalza por los poetas de todos los tiempos, por ser esta imagen un testimonio de la fantasía del hombre) sólo aparece ocasionalmente en la poesía de Safo, con motivo de la entrada o salida de alguna de las muchachas de su círculo. No es para ella objeto de inspiración poética.
Las mujeres entran en su círculo como jóvenes muchachas que acaban de dejar el seno materno. Bajo la protección de la mujer soltera, cuya vida se halla consagrada (como una sacerdotisa) al servicio de las musas, reciben la consagración de la belleza mediante danzas, juegos y cantos.
Nunca la poesía y la educación se han hallado íntimamente compenetradas como en este thiasos femenino consagrado a la música. Su ámbito espiritual no coincide con los límites de la poesía de Safo, sino que se extiende y abraza toda la belleza del pasado. Al espíritu heroico de la tradición masculina añaden los cantos de Safo el fervor y la grandeza del alma femenina - en la cual vibra el elevado sentimiento de la vida en comunidad.
Entre la casa materna y la vida matrimonial se interpone una especia de mundo ideal intermedio que no podemos concebir sino como una educación de la mujer de acuerdo con la más alta nobleza del alma femenina. La existencia del círculo sáfico presupone la concepción educadora de la poesía - evidente para los griegos de su tiempo. Pero lo nuevo y grande en él es que la mujer exige el ingreso en este mundo y conquista, con su calidad de tal, el lugar que la por derecho le corresponde.
Se abre así para la mujer el servicio de las musas, y este elemento se funde con el proceso de la formación de su personalidad. Pero esta función esencial (mediante la cual se llega propiamente a la formación del hombre) no es posible que se realice sin el poder de eros que une las fuerzas de las almas. El paralelo entre el eros platónico y el eros sáfico resalta a simple vista.
Este eros femenino tuvo la fuerza suficiente para fundar una verdadera comunidad humana. No pudo ser así una fuerza puramente sentimental. Se hallaba presente en la charis de los juegos y danzas y se encarnaba en la alta figura que estaba presente, como modelo, en la comunidad de las camaradas.
La lírica sáfica tiene sus momentos culminantes cuando solicita el corazón áspero y todavía no abierto de una muchacha, en la despedida de una compañera querida que se ve obligada a abandonar el círculo para volver a su tierra o para seguir al hombre que la ha pedido como esposa (lo cual en aquel tiempo no tenía que ver con el amor) o en el recuerdo anhelante de una compañera lejana.
Sería absolutamente vano e inadecuado intentar imponer explicaciones psicológicas indemostrables sobre la naturaleza de este eros, o tratar de probar la concordancia de los sentimientos del círculo sáfico con los preceptos de la moral cristiana y burguesa.
Los poemas nos muestran el eros sáficos como una pasión íntima que con la misma fuerza afectaba a los sentimientos que al alma. Lo que interesa en su obra no es la comprobación de la existencia de un aspecto sensual en la erótica sáfica, sino la plenitud sentimental que conmueve la totalidad del alma humana. Jamás la poesía amorosa masculina alcanzó en Grecia la profundidad de la lírica de Safo.
Esta transformación de la sensibilidad masculina ha sido considerada como una afeminación helenística. En todo caso, en los primeros tiempos sólo la mujer era capaz de semejante entrega total, del alma y los sentidos - único sentimiento que merece para nosotros la denominación de amor. En aquel tiempo, ajeno todavía al concepto del matrimonio por amor, era difícil para la mujer concebir el amor hacia el hombre. Del mismo modo, el amor del hombre no alcanzó su expresión poética en relación con la mujer sino en la forma del eros platónico.
Sería un anacronismo interpretar el amor de Safo, siempre próximo a la sensibilidad sensual, como equivalente del anhelo metafísico del alma platónica hacia la Idea, que es el secreto de su eros. Sin embargo, siente que la verdadera pasión conduce a las profundidades del alma; y en esto conviene con Platón. De ahí proviene el gran dolor que otorga a la poesía de Safo no sólo el encanto de la melancolía, sino también la elevada nobleza de la verdadera tragedia humana.
La saga, que pronto se apoderó de su figura, explicó el misterio que rodea a su persona y a su vida sentimental mediante la narración del amor desgraciado por un bello hombre, Faón, y dio representación sensible a su tragedia en el dramático salto desde las rocas leucadianas.
Pero el hombre es completamente ajeno a su mundo. Aparece, a lo sumo, como pretendiente de una de sus queridas muchachas, al margen de aquel mundo, y es considerado con mirada indiferente. La idea de que goza de la bienaventuranza de los dioses quien se sienta ante su amada y oye su voz amorosa y su risa encantadora, despierta en Safo el recuerdo de sus propios sentimientos en la proximidad de su ser querido. Esta voz, esta risa, mantienen el corazón en el pecho paralizado de emoción: "Con sólo verte, ninguna palabra acude a mis labios, se quiebra mi lengua, un sutil fuego corre bajo mi piel, todo se ennegrece ante mis ojos, zumban mis oídos, fluye el sudor en mí, me acomete el temblor, y estoy más pálida que la hierba, aparezco casi como una muerta."
El más alto arte de Safo consiste en la descripción de las experiencias íntimas, con realidad inmediata, sin patetismo alguno y con una simplicidad análoga a la de las canciones populares. ¿Dónde hallar algo comparable en el arte occidental hasta Goethe?
Si hemos de creer que aquella canción fue compuesta con motivo de la boda de una discípula y que Safo empleó en esta forma un lenguaje tan incomparablemente personal, no necesitamos más ejemplos para mostrar cómo las convenciones del estilo y del lenguaje se funden con el sentimiento más profundo para llegar a la pura expresión de la individualidad.
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Texto extraído de: W. Jaeger (2001). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de cultura económica México.
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La lírica eólica se convirtió en una expresión del sentimiento puro especialmente a través de la obra de Safo. Parece como si el espíritu griego hubiera necesitado de esta poetisa para dar el último paso en el mundo de la intimidad del sentimiento subjetivo. Hecho que los griegos debieron de considerar de gran importancia cuando honraron a Safo, según dice Platón, como la décima musa.
La poesía femenina no es inusitada en Grecia, pero ninguna compañera de arte alcanzó el lugar de Safo - aunque al comparar su obra con la poesía de Alceo, quede su lírica bastante limitada.
Safo se circunscribe al mundo de las mujeres que la rodean, desde el punto de vista de la vida en común de la poetisa con el círculo de sus muchachas. La mujer, como madre, como amante o como esposa (tal como aparece con frecuencia en la poesía griega y es ensalza por los poetas de todos los tiempos, por ser esta imagen un testimonio de la fantasía del hombre) sólo aparece ocasionalmente en la poesía de Safo, con motivo de la entrada o salida de alguna de las muchachas de su círculo. No es para ella objeto de inspiración poética.
Las mujeres entran en su círculo como jóvenes muchachas que acaban de dejar el seno materno. Bajo la protección de la mujer soltera, cuya vida se halla consagrada (como una sacerdotisa) al servicio de las musas, reciben la consagración de la belleza mediante danzas, juegos y cantos.
Nunca la poesía y la educación se han hallado íntimamente compenetradas como en este thiasos femenino consagrado a la música. Su ámbito espiritual no coincide con los límites de la poesía de Safo, sino que se extiende y abraza toda la belleza del pasado. Al espíritu heroico de la tradición masculina añaden los cantos de Safo el fervor y la grandeza del alma femenina - en la cual vibra el elevado sentimiento de la vida en comunidad.
Entre la casa materna y la vida matrimonial se interpone una especia de mundo ideal intermedio que no podemos concebir sino como una educación de la mujer de acuerdo con la más alta nobleza del alma femenina. La existencia del círculo sáfico presupone la concepción educadora de la poesía - evidente para los griegos de su tiempo. Pero lo nuevo y grande en él es que la mujer exige el ingreso en este mundo y conquista, con su calidad de tal, el lugar que la por derecho le corresponde.
Se abre así para la mujer el servicio de las musas, y este elemento se funde con el proceso de la formación de su personalidad. Pero esta función esencial (mediante la cual se llega propiamente a la formación del hombre) no es posible que se realice sin el poder de eros que une las fuerzas de las almas. El paralelo entre el eros platónico y el eros sáfico resalta a simple vista.
Este eros femenino tuvo la fuerza suficiente para fundar una verdadera comunidad humana. No pudo ser así una fuerza puramente sentimental. Se hallaba presente en la charis de los juegos y danzas y se encarnaba en la alta figura que estaba presente, como modelo, en la comunidad de las camaradas.
La lírica sáfica tiene sus momentos culminantes cuando solicita el corazón áspero y todavía no abierto de una muchacha, en la despedida de una compañera querida que se ve obligada a abandonar el círculo para volver a su tierra o para seguir al hombre que la ha pedido como esposa (lo cual en aquel tiempo no tenía que ver con el amor) o en el recuerdo anhelante de una compañera lejana.
Sería absolutamente vano e inadecuado intentar imponer explicaciones psicológicas indemostrables sobre la naturaleza de este eros, o tratar de probar la concordancia de los sentimientos del círculo sáfico con los preceptos de la moral cristiana y burguesa.
Los poemas nos muestran el eros sáficos como una pasión íntima que con la misma fuerza afectaba a los sentimientos que al alma. Lo que interesa en su obra no es la comprobación de la existencia de un aspecto sensual en la erótica sáfica, sino la plenitud sentimental que conmueve la totalidad del alma humana. Jamás la poesía amorosa masculina alcanzó en Grecia la profundidad de la lírica de Safo.
Esta transformación de la sensibilidad masculina ha sido considerada como una afeminación helenística. En todo caso, en los primeros tiempos sólo la mujer era capaz de semejante entrega total, del alma y los sentidos - único sentimiento que merece para nosotros la denominación de amor. En aquel tiempo, ajeno todavía al concepto del matrimonio por amor, era difícil para la mujer concebir el amor hacia el hombre. Del mismo modo, el amor del hombre no alcanzó su expresión poética en relación con la mujer sino en la forma del eros platónico.
Sería un anacronismo interpretar el amor de Safo, siempre próximo a la sensibilidad sensual, como equivalente del anhelo metafísico del alma platónica hacia la Idea, que es el secreto de su eros. Sin embargo, siente que la verdadera pasión conduce a las profundidades del alma; y en esto conviene con Platón. De ahí proviene el gran dolor que otorga a la poesía de Safo no sólo el encanto de la melancolía, sino también la elevada nobleza de la verdadera tragedia humana.
La saga, que pronto se apoderó de su figura, explicó el misterio que rodea a su persona y a su vida sentimental mediante la narración del amor desgraciado por un bello hombre, Faón, y dio representación sensible a su tragedia en el dramático salto desde las rocas leucadianas.
Pero el hombre es completamente ajeno a su mundo. Aparece, a lo sumo, como pretendiente de una de sus queridas muchachas, al margen de aquel mundo, y es considerado con mirada indiferente. La idea de que goza de la bienaventuranza de los dioses quien se sienta ante su amada y oye su voz amorosa y su risa encantadora, despierta en Safo el recuerdo de sus propios sentimientos en la proximidad de su ser querido. Esta voz, esta risa, mantienen el corazón en el pecho paralizado de emoción: "Con sólo verte, ninguna palabra acude a mis labios, se quiebra mi lengua, un sutil fuego corre bajo mi piel, todo se ennegrece ante mis ojos, zumban mis oídos, fluye el sudor en mí, me acomete el temblor, y estoy más pálida que la hierba, aparezco casi como una muerta."
El más alto arte de Safo consiste en la descripción de las experiencias íntimas, con realidad inmediata, sin patetismo alguno y con una simplicidad análoga a la de las canciones populares. ¿Dónde hallar algo comparable en el arte occidental hasta Goethe?
Si hemos de creer que aquella canción fue compuesta con motivo de la boda de una discípula y que Safo empleó en esta forma un lenguaje tan incomparablemente personal, no necesitamos más ejemplos para mostrar cómo las convenciones del estilo y del lenguaje se funden con el sentimiento más profundo para llegar a la pura expresión de la individualidad.
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Texto extraído de: W. Jaeger (2001). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de cultura económica México.
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