El Kairos y la Tyche en los discursos políticos de Demóstenes
Resumen extraído del libro Demóstenes, de Werner Jeager.
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La idea de Kairos, la oportunidad propicia, significaba en general en la antigua Grecia lo mismo que actualmente para nosotros el concepto de oportunidad.
Pensando en esta noción se escribieron libros enteros de política en forma casuística, proporcionando reglas de conducta para cada situación imaginable. Pero, considerándola más a fondo, se trataba a la oportunidad como una forma particularmente aparente de concesión providencial, de Tyche.
Así como la Tyche era el poder más grande según el pensamiento religioso contemporáneo y llegó, en el periodo helenístico, a destronar a otras deidades olímpicas, el Kairos se convirtió también en un dios y fue representado como tal.
En la Primera Olintíaca de Demóstenes, el estadista apela a los ciudadanos atenienses al modo en que el trágico griego manejaría a los personajes de su obra; instándoles a que se percaten (en relación al temerario avance de Filipo de Macedonia en Grecia) de que el momento del 'destino', de la actuación, ha llegado finalmente. Esta circunstancia es la que promueve las abundantes referencias que Demóstenes dedica en su discurso a los dioses y a su papel en la situación actual. No se trata de una simple concesión a las creencias populares. El tema religioso se halla ampliamente desarrollado en comparación con discursos anteriores -como la Primera Filípica- y además se entrelaza a la idea de Kairos.
Para Demóstenes, "los dioses" y Tyche serían casi sinónimos. También el Karios sería una entidad religiosa. Preminentemente, sería la manifestación del influjo de un poder más alto.
El viejo problema de la racionalidad del destino humano, de su justicia o injustica, se agudiza nuevamente. Para Demóstenes esto se relaciona no tanto con lo que al hombre le acontece (puesto que el hombre mismo es muchas veces responsable de ello) como con las ocasiones que el Destino le ha brindado.
En el problema de la Tyche, según Demóstenes, hay implicado algo más que considerar retrospectivamente si debe culparse al destino por los propios infortunios, o bien a las propias acciones. Bajo esta forma, el problema era ya antiguo -se puede seguir desde Solón a Tucídides- pero para Demóstenes era más complicado: no solo las cosas que el hombre hace, sino aún las que deja por hacer, tienen sus consecuencias. Apreciar el momento adecuado tiene la máxima importancia; pues ahí ofrece la divinidad su mano al hombre, y todo depende de que el sepa agarrarla.
Esta es una fe dispuesta y activa, distinta del fatalismo y la pasividad que la creencia más común en la cual la Tyche parece condenar a la humanidad. Lo que Demóstenes hace realmente es sacar de nuevo a relucir la vieja idea de que el hombre participa en la responsabilidad de su propio destino - idea que se mantuvo grabada en el pueblo ateniense ya desde tiempos de Solón.
De este modo le da una dinámica efectividad moral y prosigue con ella la lucha contra la debilidad de la época, atacándola con sus raíces religiosas. El griego quiere ser justo en su manera de pensar pase lo que pase. Cuestiona entonces Demóstenes: "¿Es justo que culpemos a los poderes de lo alto porque la suerte nos haya abandonado últimamente cada vez más? El hombre que piense justamente no puede negarse a agradecerle a Tyche las oportunidades abundantes que nos ha brindado, y que en nuestra indiferencia no hemos aprovechar. Es evidente que, en nuestro descuido, nos hemos olvidado de la gratitud, pues el hombre juzga siempre de los acontecimientos anteriores por el modo como resultaron."
Demóstenes contrasta esta actitud con la actividad de Filipo, quien no se da nunca por satisfecho ni se concede un momento de reposo, previendo así que el rey de Macedonia invadiría el territorio ateniense.
Hasta hoy, la actitud general de Demóstenes hacia la vida y el destino no ha sido nunca debidamente apreciada. El griego no desvincula de ninguna manera lo que nosotros llamamos política, de la ética y la religión. Los más grandes estadistas griegos la consideran siempre como algo que abarca el conjunto de la vida y del destino humano; y sería un error no apreciarla como tal.
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