El bien en Sócrates

Tras un pequeño parón, quiero compartir el siguiente fragmento del libro "Historia de la Filosofía", escrito por Guillermo Fraile, en donde analiza la idea del bien según Sócrates.

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Como punto de partida hay que señalar que la concepción del bien como una realidad absoluta, trascendente y subsistente es obra de Platón, no de Sócrates, quien nunca llego a dar una descripción tan precisa del Sumo Bien.

La moralidad Socrática carece de finalidad trascendente; para él no existió el Bien como un ideal al cual hay que subordinar la vida- sino que habría muchos y diversos bienes. El Bien sería el conjunto de bienes regulado por la razón, del cual resultaría una vida feliz.

La característica principal del bien en Sócrates sería su utilidad, lo bueno y lo útil se identifican: no hay "bien que no sea bien para alguna cosa". Por otra parte, Sócrates no consiguió rebasar el hedonismo y el relativismo. Los bienes son relativos: "lo que es bueno para el hambre, es malo para la fiebre, y lo que es malo para el hambre es bueno para la fiebre..., y todas las cosas son buenas y bellas para aquel a quien le van bien, y malas y feas para aquel a quien le van mal". 

Por algunos rasgos de Sócrates conservados en las obras de Jenofonte y Platón, su figura se aleja de la de un asceta. Aún así, el fondo hedonista que perdura en Sócrates es sometido por la razón, al racionalizar todas las satisfacciones, indiferentemente del orden al que pertenezcan. La razón debe dominar la parte inferior de los hombres y saber calcular el cómo conseguir más o menos cantidad de placer.

Jenofonte lo presenta en las Memorables enseñando a Eutidemo que es necesaria la templanza, porque la separación del deseo y del goce hace aumentar el deseo, y esto hace más agradables las satisfacciones de comer, beber, dormir etc.

En el Protágoras identifica el bien con lo agradable y el mal con lo desagradable. Llega a proponer una aritmética moral para calcular los bienes entre los cuales se debe elegir: "Si pesamos las cosas agradables con las agradables, hay que escoger siempre las más numerosas y las más grandes; si pesamos las desagradables con las desagradables hay que retener siempre las menos numerosas y las menores. Finalmente, si pensamos las agradables con las desagradables, y los placeres pesan más que los dolores, los placeres presentes sobre los dolores futuros, o los placeres futuros sobre los dolores presentes, hay que conceder la preferencia a los placeres y obrar con esa intención, y si los dolores hacen inclinar la balanza, hay que guardarse muy bien de efectuar tan mala elección".

No obstante, este cálculo de bienes no tiene en Sócrates el sentido grosero al que lo hará derivar Aristipo. Su hedonismo es superado por el utilitarismo. Buscar el bien mejor y establecer una escala de bienes implica la renuncia a otros bienes inferiores. Buscar el conjunto de bienes superiores para asegurar la felicidad, lleva consigo la renuncia de muchos bienes particulares e inferiores.

De aquí parte el dominio que el sabio debe tener sobre si mismo y sobre sus apetitos, para así poder llegar a conquistar un bien mayor, que es la tranquilidad y la serenidad: "Si el no tener ninguna necesidad es cosa divina, el tener las menos posibles es la cosa que más nos aproxima a la divinidad".

De esta manera en Sócrates el hedonismo, su utilitarismo y el cálculo racionalista de los bienes, son perfectamente compatibles con una disciplina rigurosa y con un verdadero ascetismo. La practica de la virtud aparece como la cosa más útil, porque es el medio de alcanzar el mayor bien, asegurando la vida feliz. Su utilidad prevalece sobre todos los demás bienes particulares y nos acarrea mayores ventajas, incluso de orden temporal y material. La virtud tiene un valor universal, es bella, buena y útil para todos.


Escultura de Sócrates, obra del escultor italiano Piccarelli en Atenas.


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