Apuntes sobre la educación estética de la tragedia griega
Quiero compartir una breve transcripción de una de las sesiones de la Primera Serie de Didaskalía, impartida por Teresa Oñate a sus alumnos de Filosofía de la UNED en 2001.
Estas sesiones estan disponibles en el CD-ROM del libro El nacimiento de la filosofía en Grecia. Viaje al inicio de occidente, de Teresa Oñate.
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En la tragedia griega se pone en escena a la propia muerte, haciendo explícita la contravención de la escatología del mito:
"Si usted se integra a tales costumbres, no le pasará nada malo. Además de que no le expulsarán, no le encarcelarán y no será exiliado. Si usted cumple con determinados imperativos sensatos, con imperativos hipotéticos, con imperativos utilitaristas, será feliz".
Esto es lo que pretende todo mito salvador.
Pero la tragedia no solo demuestra que esta pretensión es mentira, sino que no contamos con ese derecho. Incluso a los hombres buenos o a los más virtuosos y heroicos -aquellos considerados adecuados para que los niños se eduquen para imitarlos- les puede ocurrir en cualquier momento un conflicto de los propios plexos racionales, o bien el azar, o bien una desgracia. De tal manera que la educación estética en la tragedia lo que se propone es una catarsis de esa expectativa, de la expectativa escatológica, teñida de justicia y de racionalidad.
¿Por qué una catarsis? [Así lo razona Aristóteles al final de la Poética] Porque educa las dos patologías, los dos phatos más fuertes convocados en toda sociedad de las costumbres, en toda sociedad mitológica: la venganza, la ofensa y el temor, y la esperanza de que no haya muerte.
La venganza ante la ofensa muestra como incluso los más privilegiados sufrían espantosas miserias y avatares de la fortuna; pero sobre todo muestra que no son culpables, que los humanos no son tan culpables como parecen porque no están los hilos de la vida enteramente en sus manos.
Así la educación estética de la tragedia es una educación contra la sobredeterminación cultural de la justicia. Porque si entendemos que una cultura estética es aquella que prefiere la música -porque sea más placentera y gratificante, más inmediata...- no estamos entendiendo entonces la hondura ética que supone subordinar la justicia, las insuficiencias de la justicia y sus excesos, a una declaración de inocencia; que vuelva a hacer intervenir a la Moira, a la dotación, a todo aquello que no esta en nuestras manos.
Si en efecto todos los hombres fueran enteramente responsables, serían también enteramente culpables. Pero si no lo son, la catarsis de la tragedia consiste entonces en el nacimiento en una relativización del sujeto moral. Y por lo tanto, de la responsabilidad moral y de la culpa.
Orestes perseguido por las Furias, de William-Adolphe Bouguereau, 1862 |
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