El noein y la estabilidad del ser en Parménides según Gadamer

Extracto del libro El nacimiento de la filosofía en Grecia. Viaje al inicio de occidente de Teresa Oñate.

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La filosofía ha de ser tan crítica consigo misma y con las estructuras filosóficas que configuran las sintaxis filosóficas (el lógos, la pólis, la phýsis, la epistéme, el kosmos etc.) como lo es contra cualquier mito normativo o dogmático.
Solo con esta explicitación nace la filosofía presocrática griega y nace el Occidente que pertenece a Delfos: aquel Occidente solar del deseo de la luz y la claridad del pensar del ser; de su verdad y no-verdad.

En relación a esto, H.G. Gadamer expondrá en su trabajo El inicio de la filosofía occidental el siguiente texto:
<< La imagen luz-tinieblas que sintetiza esta concepción, alude también a la manifestación del ser y a la posibilidad de conocerlo. Este último dato se puede clarificar mejor haciendo referencia a los pasajes del poema de Parménides (por ej. los fragmentos 6 y 3) en los que se identifica al ser con el noein.
Nosotros traducimos este término con "pensar", pero debemos recordar que su significado primario no es de pensamiento racional, sino el de percibir mentalmente. No es un preguntarse qué es esto, sino el afirmar que hay algo. Su etimología se refiere a la percepción del animal que, mediante el olfato y sin ninguna mediación, advierte la presencia de algo.

De esta forma llegamos a comprender el sentido de la relación entre el pensar y ser en Parménides, y por qué se menciona entre las demás cualidades del ser también el noein. Es como si Parménides dijera que es propio del ser manifestarse en algo cuya existencia es percibida de manera inmediata.

Hay otra cuestión que quiero plantear en relación a la imagen parmenídea del fuego manso -es decir, amigo, benévolo- etéreo, homogéneo en si mismo. 
Lo hemos interpretado ya como luz en la que aparece la manifestación del ser... este tema del fuego como elemento no destructor, sino estable y homogéneo, que ilumina y confiere visibilidad, se puede rastrear en el trasfondo de las ideas cosmológicas de Anaximandro - aunque sea de una forma implícita. Lo que nos interesa, sobre todo, es comprender la novedad que hay en este reflejarse.
Esta novedad está en el hecho de que el antiguo tema del fuego pasa a ser el tema de la luz, de su homogeneidad e identidad consigo misma, que nos sugiere la identidad del ser.

Hay aquí una afinidad clara con el problema de las opiniones plausibles de los mortales: casi podríamos sustituir esta imagen del fuego como luz por la del <<corazón inmóvil de la verdad>>  (tal y como se ve en el proemio de Parménides).

Releamos a este respecto el poema, donde se dice que los hombres establecen nuevas figuras de la realidad, separadas y opuestas, y les atribuyen nombres diversos; por ejemplo frio y calor, mientras que lo que existe verdaderamente es su unidad.
En este sentido se explica también la relación del conocer con la luz: el pensar es la luz en la que las cosas son visibles e inidentificables, la falta del pensar es la oscuridad en la que no hay nada.
De este modo comienza a estar claro por qué esta concepción del noein es un paso adelante hacía la verdad: la unidad y la estabilidad del noein conducen a la estabilidad, a la homogeneidad, a la identidad del ser.
Naturalmente, para comprender todo esto no hay que detenerse en la contraposición entre la relatividad de las sensaciones y el carácter absoluto del pensamiento. La percepción sensible es ya, en cierto modo, percepción intelectual. Este es el significado del noein.

El hecho de que la tendencia a lo idéntico está establecida sobre todo en la sensibilidad ya no constituye un gran problema. Esto es lo que encontramos en el poema de Parménides: la estabilidad del ser que se anuncia en la relatividad del devenir. >>

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